
Inteligencia Emocional
“No olvidemos que las pequeñas emociones son los grandes capitanes de nuestras vidas y las obedecemos sin darnos cuenta”
Vincent Van Gogh
La dualidad cartesiana mente-cuerpo colocó en extremos opuestos cognición y emoción, separando para los receptores de la cultura occidental algo que es indisociable por naturaleza.
Emoción y cognición son dos facetas de un mismo proceso, el de aprehender la realidad, luego como bien dice Antonio Damasio, Descartes se equivocó.
Durante mucho tiempo se ha asociado inteligencia a Cociente Intelectual (CI) y se ha asumido que a mayor CI mayor éxito.
Sin embargo la investigación nos dice el Cociente Emocional (CE) es un mejor predictor del éxito que el Cociente Intelectual.

Ha quedado atrás el viejo paradigma que entendía la inteligencia como estática, genéticamente adquirida y única. Hoy sabemos que la inteligencia es dinámica, fruto de la interacción entre genes y ambiente y múltiple.
Hasta aquí nos llevó en 1983 Howard Gardner con la teoría de las Inteligencias Múltiples, entre las que se contaban la Inteligencia Intrapersonal y la Inteligencia Interpersonal. La primera está referida al conocimiento de nosotros mismos y la segunda a nuestra relación con los otros.
Los psicólogos Salovey y Mayer acuñaron en 1990 el término Inteligencia Emocional para englobarlas a las dos y la definieron como “la habilidad para percibir, valorar, comprender, regular y expresar emociones, con el fin de promover el crecimiento emocional e intelectual”
Daniel Goleman haría después una inestimable labor de divulgación en 1995 con la publicación de su libro del mismo nombre, “La Inteligencia Emocional” que definió como “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos, de motivarnos y de manejar bien las emociones, en nosotros mismos y en nuestras relaciones”
El valor de la inteligencia emocional reside en su función adaptativa.

Nuestro cerebro consta de tres capas superpuestas. De forma simplificada, la primera, y más profunda, rige nuestros instintos. Es el llamado cerebro reptiliano, que compartimos con nuestros antecesores evolutivos. La segunda regula nuestra vida emocional primaria. Es el cerebro mamífero o límbico. Y la tercera modula, a través del pensamiento, nuestros sentimientos. El neocórtex es la parte del cerebro que nos distingue a los humanos del resto de los animales.
El cerebro emocional nos ha permitido sobrevivir como especie a través de mecanismos como el miedo y el correspondiente instinto de lucha/huida. Es el que nos hace conscientes de nuestras necesidades fundamentales (se sienten en el cuerpo) para poder satisfacerlas, y el que nos permite establecer comunicación y relación con otros, también fuertemente ligadas a la supervivencia en tanto que especie social.
La inteligencia emocional es por tanto natural a nuestra especie y necesaria en nuestra adaptación al medio. Es la que nos indica lo que es bueno para nosotros, aquello de lo que debemos alejarnos (peligros) y aquello a lo que debemos acercarnos (para la satisfacción de nuestras necesidades).